SISSI SU VERDADERA HISTORIA (Parte final)

May 21, 2008 at 6:05 am (escritos, historias, mitos, relatos, Sissi)

Elizabeth siempre estuvo muy preocupada por los manicomios, quizá por la locura evidente de algunos miembros de la familia Wittelsbach. Ella misma temió por su cordura. Nos lo comenta Ángeles Caso:

«¿Qué delicado mecanismo de sus almas habrán manipulado los dioses o los demonios para enloquecer de ese modo a mis dos primos? A menudo me pregunto cuándo será mi turno».

«Mis damas empiezan a asustarse por esta afición mía a los paseos, que en los últimos tiempos, ahora que apenas monto, se han convertido en mi ocupación favorita. Algunas de ellas intentan la heroicidad de seguirme, y terminan maltrechas y agotadas, enfurecidas sin duda contra mí, la loca de los caminos polvorientos».

Destaca también la vulnerabilidad de esta mujer que, cuando lo creyó oportuno, cubrió su rostro con velos y abanicos y prohibió que nadie le hiciese fotos. «Cuando el tiempo me haya marcado con sus huellas imborrables, -seguimos a Ángeles Caso- yo envolveré mi rostro bajo velos, lo cubriré por siempre detrás de abanicos, para que la muerte pueda trabajar a solas, tranquila, en mi piel».

Con la muerte, la famosa Dama Blanca, tuvo una relación muy estrecha nuestra emperatriz y es que esta dama, antes de encontrarla a ella, no le hurtó desgracias. Primero fue su hijita de dos años, su cuñado Maximiliano, quien emprendió la locura de ser Emperador en México y fue fusilado -el caso de su esposa Carlota, enloquecida, fue otro drama-; la muerte de su querido Rudi, Rodolfo -la maldición decía que el primer emperador se llamó Rodolfo y el último también-. Rodolfo fue un muchacho débil, enfermizo, que se dejó influir y que, enfermo de gonorrea, adicto a la morfina, no pudo aguantar el peso de la vida y se suicidó en Mayerling junto a su amante María Vetsera -a su esposa Estefanía de Bélgica la había dejado estéril al contagiarle la enfermedad venérea que padecía y que Sissi creía que era una cistitis- el 30 de enero de 1889. A esta muerte brutal la antecedió la de su primo, el loco, Luis II de Baviera, el 13 de junio de 1886, por quien Sissi sentía una gran afinidad. Leamos el fragmento hermosísimo de Ana Mª Moix quien resume todas estas desgracias:

«Nunca había visto a la Dama Blanca tan cerca como ahora; pero, como siempre había imaginado, era inconfundible. Había sentido su proximidad, en anteriores ocasiones, y la recordaba como una promesa de muerte que nunca era la suya: era la de su cuñado Maximiliano, fusilado en México; la de su primo Luis II, que murió loco; la de su hermana, la duquesa de Alençon, abrasada en un bazar de caridad; la del archiduque Juan Orth, desaparecido en el mar; la de la archiduquesa Matilde, quemada viva; la de su propio hijo Rodolfo, muerto de un disparo en la cabeza en Mayerling… Ahora, en cambio, la vio, cara a cara,y , al producirse el famoso y estremecedor abrazo, supo que era Ella».

Efectivamente, la mañana del 10 de septiembre de 1898, la emperatriz, que iba acompañada de Irma Sztáray, mientras paseaba por Ginebra, cerca del embarcadero, fue atacada por Ligi Luccheni, un anarquista de 25 años, con un estilete que le clavó en el corazón.

La Emperatriz siguió andando, pero, al desabrocharle el corsé, una mancha de sangre presagiaba lo peor. Moría una mujer, nacía la leyenda. Su asesino se suicidó en la celda en 1910. Y Sissi fue enterrada en la Cripta de los Capuchinos, justo donde no hubiera querido estar nunca.

Sissi fue una mujer enfrentada a su propia soledad, que quiso por encima de todo ser libre y que anduvo obsesionada por sus propios fantasmas; de ahí quizá esa obstinación en seguir caminando, en seguir viajando, en correr, en huir de sí misma:

«Sentí, como entonces, un frío inmenso, un frío que helaba mi cuerpo y mi espíritu, del que sabía que nunca podría recuperarme, y apreté la cara contra la piel del sillón para no ver todas las imágenes que se entremezclaban en mi mente: los ojos tiernísimos de mi madre intentando esconder su pena, los ojos amantes de Francisco ofreciéndome las flores en el cotillón, el día de su cumpleaños, los ojos heridos de Helena, los ojos torvos de mi suegra, los pequeños ojos, aún llenos de miedo, ya suplicantes, de Rudi recién nacido, cuando yo intentaba acercarlo a mis senos para que mamase toda la ternura que me crecía dentro, por las venas, amenazando estallar mi pecho, los ojos de tierra y lluvia de Bay Middleton, que apenas me miraban para no arder en chispas de deseo, los miles de ojos que a lo largo de mi vida me habían vigilado, perseguido y acusado… La vida era un infierno, un infierno de miradas inflamadas, lastimeras, reprobadoras, miles de miradas clavándose en mí, llegando hasta dentro de mi corazón, hurgando en mis tripas, impidiéndome vivir en paz…» (Elizabeth, emperatriz de Austria-Hungría).

Sissi fue también una mujer muy culta, que aprendió húngaro y griego, que admiró a Lord Byron, a Shakespeare (se indentificó muchísimo con la Titania de El sueño de una noche de verano), a Homero, a Esquilo y, sobre todo, a Heine, de quien recibió influencias a la hora de escribir sus dos poemarios Cantos del mar del Norte y Cantos de Invierno. La Emperatriz confió su obra al presidente de la Confederación Helvética para que fuese publicado al cabo de 60 años de su muerte. También confió la gran totalidad de su fortuna en la Banca Rothschild en Suiza para que sus allegados pudiesen vivir bien en el exilio. Tuvo una certera visión de futuro.

Y éste es un retrato mínimo de una mujer que sigue encandilando y atrayendo a quienes se acercan a ella, una mujer solitaria, con un alma atormentada que emprendió una búsqueda denodada hacia la muerte, hacia la autodestrucción, hacia el final, hacia una verdad que ella no supo ver:

«Una verdad tan simple y sencilla como terrible: que tanta espiritualidad, tanta inteligencia, tanta bondad, tanta belleza no le sirvieron para nada ni a ella, ni a sus hijos, ni al emperador, ni a los pobre por los que tanto se preocupaba, ni a los locos internados en manicomios que visitaba y cuya horrenda visión le quitaba el sueño por las noches, ni a los movimientos sociales y políticos revolucionarios a los que apoyaba de palabra y aplaudía mentalmente, pero a los que en nada concreto ayudaba, ni a los innumerables enamorados por los que se dejaba querer pero no tocar, ni a los amigos a quienes sí, indudablemente, quiso profundamente, pero sólo con la intensidad de la desolación y de la melancolía »

Reflexión se Sissi
«Toda mi vida ha sido una lucha por alcanzar un pequeño trozo del Paraíso, y he tenido que enfrentarme al mundo entero en esa cruel batalla que me ha dejado marcada de imborrables cicatrices».
Tarjeta de boda de Sissi:

Enlace permanente 26 comentarios

SISSI SU VERDADERA HISTORIA (Parte final)

May 21, 2008 at 6:05 am (escritos, historias, mitos, relatos, Sissi)

Elizabeth siempre estuvo muy preocupada por los manicomios, quizá por la locura evidente de algunos miembros de la familia Wittelsbach. Ella misma temió por su cordura. Nos lo comenta Ángeles Caso:

«¿Qué delicado mecanismo de sus almas habrán manipulado los dioses o los demonios para enloquecer de ese modo a mis dos primos? A menudo me pregunto cuándo será mi turno».

«Mis damas empiezan a asustarse por esta afición mía a los paseos, que en los últimos tiempos, ahora que apenas monto, se han convertido en mi ocupación favorita. Algunas de ellas intentan la heroicidad de seguirme, y terminan maltrechas y agotadas, enfurecidas sin duda contra mí, la loca de los caminos polvorientos».

Destaca también la vulnerabilidad de esta mujer que, cuando lo creyó oportuno, cubrió su rostro con velos y abanicos y prohibió que nadie le hiciese fotos. «Cuando el tiempo me haya marcado con sus huellas imborrables, -seguimos a Ángeles Caso- yo envolveré mi rostro bajo velos, lo cubriré por siempre detrás de abanicos, para que la muerte pueda trabajar a solas, tranquila, en mi piel».

Con la muerte, la famosa Dama Blanca, tuvo una relación muy estrecha nuestra emperatriz y es que esta dama, antes de encontrarla a ella, no le hurtó desgracias. Primero fue su hijita de dos años, su cuñado Maximiliano, quien emprendió la locura de ser Emperador en México y fue fusilado -el caso de su esposa Carlota, enloquecida, fue otro drama-; la muerte de su querido Rudi, Rodolfo -la maldición decía que el primer emperador se llamó Rodolfo y el último también-. Rodolfo fue un muchacho débil, enfermizo, que se dejó influir y que, enfermo de gonorrea, adicto a la morfina, no pudo aguantar el peso de la vida y se suicidó en Mayerling junto a su amante María Vetsera -a su esposa Estefanía de Bélgica la había dejado estéril al contagiarle la enfermedad venérea que padecía y que Sissi creía que era una cistitis- el 30 de enero de 1889. A esta muerte brutal la antecedió la de su primo, el loco, Luis II de Baviera, el 13 de junio de 1886, por quien Sissi sentía una gran afinidad. Leamos el fragmento hermosísimo de Ana Mª Moix quien resume todas estas desgracias:

«Nunca había visto a la Dama Blanca tan cerca como ahora; pero, como siempre había imaginado, era inconfundible. Había sentido su proximidad, en anteriores ocasiones, y la recordaba como una promesa de muerte que nunca era la suya: era la de su cuñado Maximiliano, fusilado en México; la de su primo Luis II, que murió loco; la de su hermana, la duquesa de Alençon, abrasada en un bazar de caridad; la del archiduque Juan Orth, desaparecido en el mar; la de la archiduquesa Matilde, quemada viva; la de su propio hijo Rodolfo, muerto de un disparo en la cabeza en Mayerling… Ahora, en cambio, la vio, cara a cara,y , al producirse el famoso y estremecedor abrazo, supo que era Ella».

Efectivamente, la mañana del 10 de septiembre de 1898, la emperatriz, que iba acompañada de Irma Sztáray, mientras paseaba por Ginebra, cerca del embarcadero, fue atacada por Ligi Luccheni, un anarquista de 25 años, con un estilete que le clavó en el corazón.

La Emperatriz siguió andando, pero, al desabrocharle el corsé, una mancha de sangre presagiaba lo peor. Moría una mujer, nacía la leyenda. Su asesino se suicidó en la celda en 1910. Y Sissi fue enterrada en la Cripta de los Capuchinos, justo donde no hubiera querido estar nunca.

Sissi fue una mujer enfrentada a su propia soledad, que quiso por encima de todo ser libre y que anduvo obsesionada por sus propios fantasmas; de ahí quizá esa obstinación en seguir caminando, en seguir viajando, en correr, en huir de sí misma:

«Sentí, como entonces, un frío inmenso, un frío que helaba mi cuerpo y mi espíritu, del que sabía que nunca podría recuperarme, y apreté la cara contra la piel del sillón para no ver todas las imágenes que se entremezclaban en mi mente: los ojos tiernísimos de mi madre intentando esconder su pena, los ojos amantes de Francisco ofreciéndome las flores en el cotillón, el día de su cumpleaños, los ojos heridos de Helena, los ojos torvos de mi suegra, los pequeños ojos, aún llenos de miedo, ya suplicantes, de Rudi recién nacido, cuando yo intentaba acercarlo a mis senos para que mamase toda la ternura que me crecía dentro, por las venas, amenazando estallar mi pecho, los ojos de tierra y lluvia de Bay Middleton, que apenas me miraban para no arder en chispas de deseo, los miles de ojos que a lo largo de mi vida me habían vigilado, perseguido y acusado… La vida era un infierno, un infierno de miradas inflamadas, lastimeras, reprobadoras, miles de miradas clavándose en mí, llegando hasta dentro de mi corazón, hurgando en mis tripas, impidiéndome vivir en paz…» (Elizabeth, emperatriz de Austria-Hungría).

Sissi fue también una mujer muy culta, que aprendió húngaro y griego, que admiró a Lord Byron, a Shakespeare (se indentificó muchísimo con la Titania de El sueño de una noche de verano), a Homero, a Esquilo y, sobre todo, a Heine, de quien recibió influencias a la hora de escribir sus dos poemarios Cantos del mar del Norte y Cantos de Invierno. La Emperatriz confió su obra al presidente de la Confederación Helvética para que fuese publicado al cabo de 60 años de su muerte. También confió la gran totalidad de su fortuna en la Banca Rothschild en Suiza para que sus allegados pudiesen vivir bien en el exilio. Tuvo una certera visión de futuro.

Y éste es un retrato mínimo de una mujer que sigue encandilando y atrayendo a quienes se acercan a ella, una mujer solitaria, con un alma atormentada que emprendió una búsqueda denodada hacia la muerte, hacia la autodestrucción, hacia el final, hacia una verdad que ella no supo ver:

«Una verdad tan simple y sencilla como terrible: que tanta espiritualidad, tanta inteligencia, tanta bondad, tanta belleza no le sirvieron para nada ni a ella, ni a sus hijos, ni al emperador, ni a los pobre por los que tanto se preocupaba, ni a los locos internados en manicomios que visitaba y cuya horrenda visión le quitaba el sueño por las noches, ni a los movimientos sociales y políticos revolucionarios a los que apoyaba de palabra y aplaudía mentalmente, pero a los que en nada concreto ayudaba, ni a los innumerables enamorados por los que se dejaba querer pero no tocar, ni a los amigos a quienes sí, indudablemente, quiso profundamente, pero sólo con la intensidad de la desolación y de la melancolía »

Reflexión se Sissi
«Toda mi vida ha sido una lucha por alcanzar un pequeño trozo del Paraíso, y he tenido que enfrentarme al mundo entero en esa cruel batalla que me ha dejado marcada de imborrables cicatrices».
Tarjeta de boda de Sissi:

Enlace permanente 27 comentarios

SISSI UN VIDA DIFICIL (Segunda Parte)

May 20, 2008 at 5:26 am (biografias, historias, relatos, Sissi)

Pronto Sissi mostró síntomas de una extraña enfermedad que no se supo diagnosticar -acaso depresión, acaso anorexia, acaso hastío, el mal romántico, puesto que Sissi representa muy bien el alma torturada e inconformista, algo narcisista, de los románticos-. Y emprendió un viaje a Madeira que para ella iba a ser el descubrimiento de que lejos de la corte podía respirar:

«¡La desconcertante enfermedad de la emperatriz! Fiebres, cansancio, ensimismamiento, insomnio, desgana… síntomas que desaparecen, le consta al príncipe Meyer, en cuanto la enferma se enfrasca en una conversación sobre Heine o Shakespeare, o cuando está de viaje, lejos de Viena» .

Así fue llamada la emperatriz viajera porque no paró de viajar desde entonces -incluso tenía su propio yate, el «Miramar»: Corfú -en donde se construyó una villa-, Venecia, Biarritz, Merano, Mallorca, Sevilla, Londres, Summerhill…

Y es que Sissi tuvo unas manías y unas características bien especiales: le gustaba montar a caballo, se hizo instalar un gimnasio en Palacio para practicar anillas, coleccionaba fotos de mujeres hermosas, le gustaba la caza del zorro, era capaz de caminar horas y horas sin dar muestras de cansancio, tenía un pelo larguísimo que le ocasionó dolores de cabeza y de espalda y, sobre todo, se obstinó en mantener la misma figura toda la vida. Medía 1,72 cm, nunca sobrepasó los 50 kg y mantuvo 40 cm. de cintura. Todo ello hoy se diagnosticaría como anorexia. Ángeles Caso así lo recoge:

«He tenido que reducir aún más mis frugales comidas y alimentarme sólo a base de jugo de carne y frutas, pues estaba a punto de sobrepasar los cincuenta kilogramos de peso -un límite fatídico para mí- y mi espalda ha comenzado a producirme unos persistentes dolores, que algunos días me han impedido montar por la tarde».

Ana Mª Moix añade algún detalle más para que entendamos el ritmo frenético de vida que llevaba Sissi:

«El insomnio de la emperatriz va en aumento, y también sus crisis de angustia. Quizá tenga razón el doctor Seeburguer al afirmar que la soberana lleva un ritmo de vida tan insano como extravagante. Se levanta a las cinco de la mañana, toma un baño de agua fría (que el médico considera contraproducente para sus dolores reumáticos), se hace dar un masaje y empieza sus ejercicios de gimnasia, que la dejan extenuada. Desayuna un zumo de frutas (…) y llega a la sesión de peinado con Fanny Angerer, que aprovecha para leer, escribir cartas o estudiar húngaro. Se viste con traje de esgrima o de montar, según el ejercicio por el que opte (…). Sigue la larga caminata con alguna de sus damas, la menos harta de esos paseos que se prolongan a veces durante tres y cuatro horas».

A Sissi le gustaban los caballos y los sentía muy cerca: a Dominó o a Nihilista -véase el nombre especial de este último-. También sentía predilección por los perros, en especial Shadow, quien habría de acompañarla durante muchos años, y por los papagayos.

Fanny Angerer fue su peluquera y hay que decir que no era una tarea fácil porque el pelo de Sissi caía como una cascada, de este modo Fanny estuvo más que bien pagada. Mientras la Emperatriz se sometía a las sesiones de lavado y peinado, aprendía húngaro, como hace un momento acabamos de leer:

«La cabellera, de color rubio oscuro, llega a los tobillos de la emperatriz, que se la hace teñir de un tono castaño. La operación, dada la extrema longitud de los cabellos, requiere una notable habilidad, que Fanny Angerer, por supuesto, posee, y que es casi una insignificancia en comparación con la destreza que despliega para componer la elaboradísima corona de cabellos trenzados que ciñe la cabeza de la soberana»

Pocas veces posó Sissi para los pintores, pero lo hizo dos veces para Xavier Winterhalter en 1864 quien la pintó, en un retrato, con los cabellos sueltos -es el que presidió el despacho del Emperador- y, en otro, con el pelo recogido y un vestido de ensueño, que es el retrato oficial de Sissi.

No obstante, no fue una mujer vanidosa y veleta. Acaso tuvo un par de amores, el conde Andrássy y Middleton, pero fueron más imágenes platónicas que amores consumados:

«Sostiene que el amor es como la débil llama de una vela, visible sólo en la oscuridad: en cuanto entra en contacto con la luz, ya no se distingue la que por sí misma emana»

Como veis es muy larga la historia y no quiero aburriros mañama el final.

Enlace permanente 26 comentarios

SISSI UN VIDA DIFICIL (Segunda Parte)

May 20, 2008 at 5:26 am (biografias, historias, relatos, Sissi)

Pronto Sissi mostró síntomas de una extraña enfermedad que no se supo diagnosticar -acaso depresión, acaso anorexia, acaso hastío, el mal romántico, puesto que Sissi representa muy bien el alma torturada e inconformista, algo narcisista, de los románticos-. Y emprendió un viaje a Madeira que para ella iba a ser el descubrimiento de que lejos de la corte podía respirar:

«¡La desconcertante enfermedad de la emperatriz! Fiebres, cansancio, ensimismamiento, insomnio, desgana… síntomas que desaparecen, le consta al príncipe Meyer, en cuanto la enferma se enfrasca en una conversación sobre Heine o Shakespeare, o cuando está de viaje, lejos de Viena» .

Así fue llamada la emperatriz viajera porque no paró de viajar desde entonces -incluso tenía su propio yate, el «Miramar»: Corfú -en donde se construyó una villa-, Venecia, Biarritz, Merano, Mallorca, Sevilla, Londres, Summerhill…

Y es que Sissi tuvo unas manías y unas características bien especiales: le gustaba montar a caballo, se hizo instalar un gimnasio en Palacio para practicar anillas, coleccionaba fotos de mujeres hermosas, le gustaba la caza del zorro, era capaz de caminar horas y horas sin dar muestras de cansancio, tenía un pelo larguísimo que le ocasionó dolores de cabeza y de espalda y, sobre todo, se obstinó en mantener la misma figura toda la vida. Medía 1,72 cm, nunca sobrepasó los 50 kg y mantuvo 40 cm. de cintura. Todo ello hoy se diagnosticaría como anorexia. Ángeles Caso así lo recoge:

«He tenido que reducir aún más mis frugales comidas y alimentarme sólo a base de jugo de carne y frutas, pues estaba a punto de sobrepasar los cincuenta kilogramos de peso -un límite fatídico para mí- y mi espalda ha comenzado a producirme unos persistentes dolores, que algunos días me han impedido montar por la tarde».

Ana Mª Moix añade algún detalle más para que entendamos el ritmo frenético de vida que llevaba Sissi:

«El insomnio de la emperatriz va en aumento, y también sus crisis de angustia. Quizá tenga razón el doctor Seeburguer al afirmar que la soberana lleva un ritmo de vida tan insano como extravagante. Se levanta a las cinco de la mañana, toma un baño de agua fría (que el médico considera contraproducente para sus dolores reumáticos), se hace dar un masaje y empieza sus ejercicios de gimnasia, que la dejan extenuada. Desayuna un zumo de frutas (…) y llega a la sesión de peinado con Fanny Angerer, que aprovecha para leer, escribir cartas o estudiar húngaro. Se viste con traje de esgrima o de montar, según el ejercicio por el que opte (…). Sigue la larga caminata con alguna de sus damas, la menos harta de esos paseos que se prolongan a veces durante tres y cuatro horas».

A Sissi le gustaban los caballos y los sentía muy cerca: a Dominó o a Nihilista -véase el nombre especial de este último-. También sentía predilección por los perros, en especial Shadow, quien habría de acompañarla durante muchos años, y por los papagayos.

Fanny Angerer fue su peluquera y hay que decir que no era una tarea fácil porque el pelo de Sissi caía como una cascada, de este modo Fanny estuvo más que bien pagada. Mientras la Emperatriz se sometía a las sesiones de lavado y peinado, aprendía húngaro, como hace un momento acabamos de leer:

«La cabellera, de color rubio oscuro, llega a los tobillos de la emperatriz, que se la hace teñir de un tono castaño. La operación, dada la extrema longitud de los cabellos, requiere una notable habilidad, que Fanny Angerer, por supuesto, posee, y que es casi una insignificancia en comparación con la destreza que despliega para componer la elaboradísima corona de cabellos trenzados que ciñe la cabeza de la soberana»

Pocas veces posó Sissi para los pintores, pero lo hizo dos veces para Xavier Winterhalter en 1864 quien la pintó, en un retrato, con los cabellos sueltos -es el que presidió el despacho del Emperador- y, en otro, con el pelo recogido y un vestido de ensueño, que es el retrato oficial de Sissi.

No obstante, no fue una mujer vanidosa y veleta. Acaso tuvo un par de amores, el conde Andrássy y Middleton, pero fueron más imágenes platónicas que amores consumados:

«Sostiene que el amor es como la débil llama de una vela, visible sólo en la oscuridad: en cuanto entra en contacto con la luz, ya no se distingue la que por sí misma emana»

Como veis es muy larga la historia y no quiero aburriros mañama el final.

Enlace permanente 26 comentarios

SISSI UNA VIDA DIFICIL Y TRISTE (primera parte)

May 19, 2008 at 12:20 pm (escritos, historias, relatos, Sissi)

Desde muy pequeña tuve a Sissi Emperatriz como personaje preferido y admirado,mi profesora del colegio me regaló los libros de Sissi cuando hice la comunión, cuanto ha llovido desde entonces!!!
Estos libros han sido mis compañeros hasta que un día sin saber cómo desaparecieron de vi vida.
Una vez adulta he conocido la verdadera vida y forma de ser de esta Emperatriz y he sentido mucha pena y rabia al ver que la historia que yo conocía era irreal.
Esta es su verdadera historia…la Historia de Sissi Emperatriz.

Sissi nació el 24 de diciembre de 1837 en Munich, hija de Ludovica y de Maximiliano de Baviera, un matrimonio de conveniencia que, contra lo que leímos de niñas y vimos en el cine, nunca fue un matrimonio bien avenido. Max engañaba continuamente a su mujer; es más, solía almorzar con sus hijos ilegítimos. No obstante, el matrimonio tuvo 8 hijos. Sissi no estaba destinada a ningún alto cargo y vivió una vida sencilla, en la naturaleza, atendida y educada directamente por su madre, a quien quiso mucho y a quien habría de añorar en Viena.

Sissi no tenía que ser la esposa elegida por el Emperador, sino su hermana Helena, la hermosa Helena; pero Francisco José se prendó de la hermana pequeña, vestida de manera campesina, peinada con trenzas; la hermana-niña que parecía más ingenua, más dulce. Francisco José era 7 años mayor y toda la vida sintió hacia su esposa acaso más amor del que ella sintió por él:

«El enamoramiento de Francisco José por su esposa es famoso en toda Europa, pero Ida Ferenczy cree que los sentimientos del emperador ya no son producto del amor, sino de la veneración. Sólo así puede comprender que, tras el período de tensas relaciones habido en tiempos entre la pareja -según le ha confiado su amiga en alguna ocasión-, conservara el afecto esa indisimulable finura de lo intocado por el deterioro de la humana pasión .

La propia Sissi auspició las amantes de Francisco José, en las que encontraba el apoyo que ella no supo o quiso darle, la vida burguesa que él necesitaba. La primera fue Anna Nahowski y la segunda la actriz Catalina Schratt.

Sissi y Francisco José se casaron en 1854, cuando ella tenía 16 años. Francisco José vivía muy apegado a su madre, Sofía, hermana de Ludovica que era -según decían- «el hombre de palacio». Sofía quiso moldear a la joven Sissi para que aceptase con profesionalidad su cargo de Emperatriz, pero no lo consiguió y entre ellas se inició un desencuentro que habría de durar hasta la muerte de Sofía. Y es que Sissi no fue una novia feliz -se cuenta que lloró como una malva y que no se consumó el matrimonio hasta pasados unos días, con lo que significada para la corte vienesa-. A Sissi la aguardaban en el Palacio Imperial, el Hofburg, un puñado de arpías dispuestas a criticarla, a observarla y a anularla si hacía falta. Una de sus damas era la implacable condesa Esterházy. Su marido la amó, dio pruebas de ello, pero siempre se sintió apegado a su papel de Emperador, muy conservador, con lo cual no sirvió de mucha ayuda a su esposa en la lucha contra las convenciones sociales y las hipocresías de palacio. Francisco José fue un emperador a la antigua, con un gran trabajo sobre sus espaldas, que no acertó a ver que el mapa europeo estaba cambiando y, con él, toda la concepción del Imperio.

Sissi fue madre muy pronto. Su primera hija, Sofía, murió a los 2 años de edad, lo cual supuso un duro golpe para la Emperatriz. Le siguieron Gisela y Rodolfo. Todos le fueron arrebatados por su suegra quien consideró que ella sabría educarlos mejor. Sin embargo, Sissi, horrorizada, intervino cuando supo cómo era el preceptor de Rodolfo, Gonchecourt, un hombre cruel y, digamos que, masoquista, aunque el daño ya estaba hecho. Sólo se sintió plenamente madre cuando nació, en 1868, Maria Valeria, su hija adorada, de quien no habría de separarse mucho tiempo y a quien quiso entrañablemente.

Mañana os pondré la segunda parte de esta vida tan triste de Sissi.

Enlace permanente 22 comentarios

SISSI UNA VIDA DIFICIL Y TRISTE (primera parte)

May 19, 2008 at 12:20 pm (escritos, historias, relatos, Sissi)

Desde muy pequeña tuve a Sissi Emperatriz como personaje preferido y admirado,mi profesora del colegio me regaló los libros de Sissi cuando hice la comunión, cuanto ha llovido desde entonces!!!
Estos libros han sido mis compañeros hasta que un día sin saber cómo desaparecieron de vi vida.
Una vez adulta he conocido la verdadera vida y forma de ser de esta Emperatriz y he sentido mucha pena y rabia al ver que la historia que yo conocía era irreal.
Esta es su verdadera historia…la Historia de Sissi Emperatriz.

Sissi nació el 24 de diciembre de 1837 en Munich, hija de Ludovica y de Maximiliano de Baviera, un matrimonio de conveniencia que, contra lo que leímos de niñas y vimos en el cine, nunca fue un matrimonio bien avenido. Max engañaba continuamente a su mujer; es más, solía almorzar con sus hijos ilegítimos. No obstante, el matrimonio tuvo 8 hijos. Sissi no estaba destinada a ningún alto cargo y vivió una vida sencilla, en la naturaleza, atendida y educada directamente por su madre, a quien quiso mucho y a quien habría de añorar en Viena.

Sissi no tenía que ser la esposa elegida por el Emperador, sino su hermana Helena, la hermosa Helena; pero Francisco José se prendó de la hermana pequeña, vestida de manera campesina, peinada con trenzas; la hermana-niña que parecía más ingenua, más dulce. Francisco José era 7 años mayor y toda la vida sintió hacia su esposa acaso más amor del que ella sintió por él:

«El enamoramiento de Francisco José por su esposa es famoso en toda Europa, pero Ida Ferenczy cree que los sentimientos del emperador ya no son producto del amor, sino de la veneración. Sólo así puede comprender que, tras el período de tensas relaciones habido en tiempos entre la pareja -según le ha confiado su amiga en alguna ocasión-, conservara el afecto esa indisimulable finura de lo intocado por el deterioro de la humana pasión .

La propia Sissi auspició las amantes de Francisco José, en las que encontraba el apoyo que ella no supo o quiso darle, la vida burguesa que él necesitaba. La primera fue Anna Nahowski y la segunda la actriz Catalina Schratt.

Sissi y Francisco José se casaron en 1854, cuando ella tenía 16 años. Francisco José vivía muy apegado a su madre, Sofía, hermana de Ludovica que era -según decían- «el hombre de palacio». Sofía quiso moldear a la joven Sissi para que aceptase con profesionalidad su cargo de Emperatriz, pero no lo consiguió y entre ellas se inició un desencuentro que habría de durar hasta la muerte de Sofía. Y es que Sissi no fue una novia feliz -se cuenta que lloró como una malva y que no se consumó el matrimonio hasta pasados unos días, con lo que significada para la corte vienesa-. A Sissi la aguardaban en el Palacio Imperial, el Hofburg, un puñado de arpías dispuestas a criticarla, a observarla y a anularla si hacía falta. Una de sus damas era la implacable condesa Esterházy. Su marido la amó, dio pruebas de ello, pero siempre se sintió apegado a su papel de Emperador, muy conservador, con lo cual no sirvió de mucha ayuda a su esposa en la lucha contra las convenciones sociales y las hipocresías de palacio. Francisco José fue un emperador a la antigua, con un gran trabajo sobre sus espaldas, que no acertó a ver que el mapa europeo estaba cambiando y, con él, toda la concepción del Imperio.

Sissi fue madre muy pronto. Su primera hija, Sofía, murió a los 2 años de edad, lo cual supuso un duro golpe para la Emperatriz. Le siguieron Gisela y Rodolfo. Todos le fueron arrebatados por su suegra quien consideró que ella sabría educarlos mejor. Sin embargo, Sissi, horrorizada, intervino cuando supo cómo era el preceptor de Rodolfo, Gonchecourt, un hombre cruel y, digamos que, masoquista, aunque el daño ya estaba hecho. Sólo se sintió plenamente madre cuando nació, en 1868, Maria Valeria, su hija adorada, de quien no habría de separarse mucho tiempo y a quien quiso entrañablemente.

Mañana os pondré la segunda parte de esta vida tan triste de Sissi.

Enlace permanente 21 comentarios